¿Dañan las lámparas UV-C el medioambiente?

Desde hace unos años, existe un creciente sentimiento de responsabilidad con el cuidado del medioambiente. Los ciudadanos del mundo cada vez tenemos una mayor conciencia de nuestro impacto en el planeta y nos planteamos si nuestros nuevos hábitos serán acordes a nuestro pensamiento.

En el momento en el que comenzó la pandemia, las lámparas UV-C germicidas saltaron a la palestra como una posible solución para combatir el virus. La adaptación de las mismas a nuestros hogares y lugares de trabajo ha hecho que su uso aumente significativamente, y cada vez más personas se preguntan por el impacto medioambiental de las mismas.



Para empezar a desgranar este tema, debemos decir que la luz UV-C está presente de manera natural en el planeta. Es decir, al igual que los UV-A y UV-B, los UV-C son uno de los tipos de rayos producidos por el sol. A diferencia de sus hermanos, su longitud de onda es menor (entre 280 y 200 nm), siendo por esta razón bloqueados por la capa de ozono y, por lo tanto, sin posibilidad de llegar a la tierra.

Afortunadamente, la ciencia consiguió replicar este tipo de luz artificialmente. Gracias a ello podemos beneficiarnos de sus fantásticas propiedades para la desinfección de elementos que no permiten desinfectantes químicos, como equipos electrónicos; o de bacterias resistentes al cloro. Este es el caso de su uso en la potabilización de agua.



Debido a todo lo mencionado anteriormente, podemos afirmar que la luz ultravioleta germicida no sólo no es perjudicial para el medioambiente, sino que además es una perfecta aliada para combatir gérmenes, bacterias y virus.

No obstante, cabe destacar que, aunque los rayos UV-C provengan de la naturaleza, su uso incorrecto puede provocar daños en los tejidos y los ojos, por lo que siempre se deben utilizar bajo unas medidas mínimas de seguridad.



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